Georgina en Caracas por Hugo Colmenares



Georgina en Caracas
Hugo Colmenares

En los días de la Feria Internacional del Libro de Caracas, siempre llueve. Torrencial, truenos, relámpagos. Este año, con motivo de la llegada de Georgina y César Hernández, su esposo, no llovió.
El jueves 19, marzo, por la noche me fui al Hotel Alex, en Candelaria, allí donde están las librerías San Pablo y Las Novedades. Esperé. Llega una pareja agarrada de las manos. Se acredita.
-¡Georgina? ¡¡¡¡
-Hugooooooo
Me olvidé del largo viaje desde San Juan, Puerto Rico, Panamá (horas de aeropuerto, espera) y luego Maiquetía, para luego subir a Caracas. Estaban agotados. Pero la alegría de verlos, de abrazarlos y sentarnos a conversar una media hora, pudo más. Libros en manos, los temas de la literatura infantil, Caracas en sus nuevos tiempos políticos.
—Mañana nos vemos… feliz noche…
*

Al día siguiente en el Pabellón Infantil, largas filas de niños, maestros y padres, para escuchar la lectura que ofrecería la poeta Georgina Lázaro.

El fotógrafo estaba en su oficio, que es nada más, César Hernández…. y él se ríe.
La Plaza de los Museos (Ciencias y Arte) está a reventar. Georgina está sentada, el bullicio de la chiquillería… -"Silencio… vamos a comenzar…”
Una mirada larga y detenida a esos ojos. Ya se han sentado los pequeños…
“Aquí en Caracas nació mi abuelo… sí, mi abuelo Pepe… vivía por allá en La Urbina, hacia el este de Caracas… en la Hacienda del Trapiche. Mi abuelo Pepe estudió ingeniería en la sede antigua de la Universidad Central…”
La historia lleva palabras suaves, lentas y emocionadas. La miradas están cautivadas…  todo es palabra amplificada…
“Mi abuelo Pepe me sentada junto a él, para contarme cuentos de aquella tierra de Venezuela y yo creo que allí comenzó mi amor por los libros, mi camino de lectora…”
Cuenta Georgina que existe un cuento, de un cuento que se convirtió en cuento y luego el cuento se hizo un libro.
Llegó la inspiración, las ideas que siempre están  dando vueltas… ahhhhh por la casa anda un lagartijo… ustedes en Venezuela dicen: lagartija.
Aparece una imagen en la pantalla y los niños gritan: Un lagartijo…
Georgina recuerda que esos pequeños seres andan por las bañeras, se asoman a los espejos, suben a la cama, a la mesa escritorio, por el jardín y es el motivo de su libro El acertijo del lagartijo,  colección El Barco de Vapor, Ediciones SM, Puerto Rico.
La abuela con un instrumento musical y el papá, quien asegura que los lagartijos son buenos porque se comen los mosquitos.
Versos de ocho sílabas, de cuarteta en cuarteta, llevan la historia poética de un niño y un lagartijo…
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Igual, la lectura sirve para una clase, donde los niños aprenden cómo se construye un libro.
Lápiz, papel, bocetos de los personajes… la abuela con el saxofón… carboncillo, luego el color en acuarela… comienza a tener vida el lagartijo de la ilustración… una cama grande con sábanas en azul pastel, un lagartijo anda en sus travesuras…
Se corrigen las palabras, se revisan los versos… luego el libro es enviado por la editorial a la imprenta… y listo, el libro se lleva a las librerías, bibliotecas y llega a las manos amigas… el lagartijo es lectura, fantasía, amistad.
—Las palabras riman… crean otros universos, son un juego constante…
Cuando comienza la lectura, todo los niños y niñas se levantan, se vienen a rodear a la poeta… es que aquí está más la atmósfera de una lectura maternal… y con tanto encima, se les pide que se sienten de nuevo… sigue la atención, la mirada… Las maestras permanecen cautivas, sonríen… el lagartijo se asoma de nuevo al espejo…
Aparecen tantos nombres en la versificación y se escucha en el Pabellón Infantil: Paco, Pocho, Pancho… El niño del cuento verso ya no le tiene miedo al pequeño animal… un aplauso intenso, de pie, saltos y gritan en coro: El lagartijo se va del libro…
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La poeta se ganó el corazón de la audiencia. Aún hay tiempo en la mañana con sol tibio, para otra lectura.
“Hay magia en la canaria”, de Georgina Lázaro, una hermosísima edición de tapa dura y a todo color, del Instituto de Cultura de Puerto Rico.
Dos alas, como pétalos y sueños, maravillas pasean por los aires… una flor amarilla.
El gusano que se transforma en mariposa…
Georgina trabaja el poder de la imaginación… la metamorfosis, el encantamiento, la poesía que junto a esa flor de la canaria, tiene una voz que viene de la poesía…
Esa obra mereció un premio literario en 2006.
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César Hernández con su paciencia, excelente sentido del humor… siempre en tema de conversación, decía en secreto que a donde iba Georgina para sus lecturas, se despierta el amor de los niños… en las escuelas y ella se maravilla…
—Don César, ¿a esto se agrega el amor?
—Siempre, el amor —y se ríe.
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Llegó la hora cuando los niños piden una firma… entre el público estaba una señora de pelo blanco, ojos verdes o azulados… ahora no lo sé, quien luego de 50 años, vuelve a mirar el rostro de su prima Georgina… se reconocen o tal vez no se conocían, se saludan, celebran… “Y esa prima que vive aquí en Caracas, tenía la prima más linda…” recuerda César. Las palabra familiares, aquella niñas… la historia de quienes pensamos, no volveríamos a ver.
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El sábado a la 1 de la tarde, Georgina Lázaro dictó una clase magistral sobre los mitos y retos de la literatura infantil. Una asistencia que estuvo muy, pero muy atenta con el público adulto.
Se le dijo que su verso, como el de José Martí, es sencillo… y decir en Venezuela que un poeta es sencillo, que se deja ver, que se entrega en su obra… se está diciendo que es genial…
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Entrevistas para un diario, El Mundo; y para la Agencia Bolivariana de Noticias. César tiene tiempo de contar historias de su tierra… de sus ídolos, de los héroes, de quienes han ido a vivir a Chicago, a Nueva York… las relaciones familiares de Puerto Rico y Venezuela… de Felipe Pirela, como cantante… de la poesía de don Pedro Flores y Rafael Hernández… de Oscar López Rivera, sentenciado a 55 años de cárcel en EEUU, quien se planteó la independencia de la Isla Perla del Caribe…
Concluyó la conferencia. Un aplauso de pie, entusiasta. Las preguntas, el rigor. Bravo, gritaron.
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Al seguir la tarde, ya era tiempo de almorzar. Una terraza del hotel Alba Caracas (Antes Hilton)… el vientooooooo es fresco, de montaña. Jugo de piña… las conversaciones animan temas musicales, de poetas, de familias, de antepasados, del hermano Rafael Hernández Colón, quien fuera dos veces gobernador de Puerto Rico.
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Salimos para visitar otra librería. Georgina tiene una lista de novedades y sospecho que esos impresos, solo se encuentran en Madrid. Subimos a un taxi y nos dirigimos al Panteón Nacional, donde reposan los restos del Padre de la Patria, Simón Bolívar y otros héroes por la Independencia… cerrado por remodelación.
Seguimos por una de esas calles caraqueñas, para pasar frente a la casa donde vivió José Martí y Simón Rodríguez, el maestro de las primeras letras de Simón Bolívar. Llegamos al centro de Caracas, ante el bronce ecuestre del Libertador Bolívar… junto a donde vino Martí a derramar sus lágrimas de viajero y admirador de tan grande genio de las Américas… paseamos por esas calles, hasta llegar al punto de luz. Ante la antigua Universidad Central de Venezuela, donde estudió el abuelo Pepe.
Las fuerzas espirituales, soles, la luz de los tiempos… la voz del abuelo estaba allí. Georgina y César quedaron ensimismados. El viejo reloj que aún anda con el tiempo, sin utilizar bastón. Las puertas de un día sábado por la tarde, están cerradas. No importa. Las manos se abren y se colocan allí, como una plegaria, como una bendición, como para dejar en ese piso de la historia, unas lagrimas.
—Aquí estudió tu abuelo y de seguro, ahí a lado donde está el templo San Francisco, tu abuelo venía a rezar…
—Era mi abuelo Pepe, un hombre espiritual…
La voz no sale. En ese templo, Caracas de 1813, y mediante ordenanza municipal, se le otorga a Bolívar el título de Libertador….
Las fotografías. La voz sigue entrecortada. Estamos frente al edificio histórico de la Asamblea Nacional. Majestuoso, de finales del XIX… construido en tan solo noventa días.
La mirada y la memoria del abuelo Pepe están allí, en voz de la poesía. César mira hacia la torre, el reloj…

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